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La razón: una bolsa de plástico tarda 150 años para descomponerse totalmente.

Vas al minimarket y compras una botella de gaseosa para calmar la sed. Pagas y a cambio recibes una gran bolsa de plástico fabricada de polietileno. Una práctica común en los establecimientos comerciales que pone en riesgo la calidad de nuestro ecosistema y, cómo no, nuestra salud individual y colectiva.

La razón: una bolsa de plástico tarda 150 años para descomponerse totalmente. Es decir, aquel envoltorio en el que recibiste tu gaseosa esta mañana estará en la tierra hasta que tus nietos o los hijos de tus nietos vayan a la universidad o comiencen una familia. Pero los efectos de la contaminación por plástico no solo afectan al medio ambiente, principalmente a los océanos, sino también a nuestra salud.

Si bien los estudios en animales sobre su en la salud son variados; en humanos, la investigación científica es aún preliminar. Elmer Huerta, asesor médico de RPP Noticias, explica que son dos las sustancias químicas que están bajo la mira de los investigadores: el bisfenol A y Ftalatos.

“Ambas sustancias actúan derritiendo el sistema de cascada con que se producen las hormonas masculinas y femeninas, afectando más a los hombres que a las mujeres”, comenta.

Los principales cambios en la vida reproductiva de los seres humanos a causa de estas sustancias presentes en los plásticos son la menstruación precoz y disminución en la producción de espermatozoides adultos.

Aunque esos nombres no nos suenen, los productos que las contienen son usados frecuentemente por todos. Biberones y botellas de agua, equipamiento deportivo, algunos dispositivos médicos como catéteres o materiales de hemodiálisis; instrumentos dentales para ortodoncia y sellantes; CDs;  teléfonos celulares y computadoras; cascos para bicicleta; y, algunos electrodomésticos forman parte de la larga lista de productos.

El bisfenol A es usado en la fabricación de plásticos y forma parte del proceso de producción de un tipo de resina. Los ftalatos son usados como disolventes en perfumería y pesticidas. Pueden ser encontrados en esmaltes de uñas, adhesivos, masillas, pigmentos de pintura, juguetes de niños y sexuales.

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